Altares del suelo se animan con fuego
En la tierra
No es que esté obligando
a mi hijo
a trabajos forzados en la tierra;
solamente
le estoy enseñando
a consentir a su madre
desde pequeño
Hugo Jamioy
Un altar se puede entender como un espacio intermedio entre lo sagrado y lo terrenal en el que diversos objetos de gran valor simbólico y de conexión con nosotros mismos y la divinidad, son dispuestos sobre una superficie horizontal para configurar un todo íntegro; en él se realizan ofrendas y rituales sustentados por una intención. Altares del suelo se animan con fuego, la primera exhibición individual del artista Carlos Alfonso en Casas Riegner, resignifica y amplía la noción de altar, al otorgar esa cualidad divina a todo aquello que nace del plano terrestre: las especies vegetales y animales, los seres humanos y las entidades invisibles. Al elevar a un plano divino todo aquello que está vivo y da fruto, no solo reitera su enorme valor, también señala de manera contundente que somos “seres relacionales e interconectados” . El escritor Charles Eisenstein explica que concebirnos como individuos separados de nuestro entorno, familia, comunidad y naturaleza acarrea graves consecuencias, pues nos conduce a adoptar una mentalidad de control ya que todo lo demás se presenta ante nosotros como un otro, una amenaza.
Alfonso, a través de dicha muestra –producto de un llamado profundo de indagar en dirección descendiente como las raíces– continúa en su interminable búsqueda de comprender nuestro vínculo indisoluble con la Madre Tierra que nos nutre y sostiene, para así contribuir con un despertar colectivo. Alfonso despliega ante el visitante una puesta en escena en la que el color azafranado del espacio expositivo o aquel que evoca el color de la tierra quemada –asociado con procesos de aparición, crecimiento, calor, y fuego– abraza y sostiene una serie de reinterpretaciones de bodegones o “situaciones pictóricas” en las que armoniosamente coexisten objetos asociados con lo culinario, el entorno doméstico y lo etéreo. La escritura, de igual valor a la constelación de elementos representados, opera como una suerte de relato, receta, mito o crítica social, tejida a partir de diversas fuentes de conocimiento como: conversaciones, experiencias personales, textos de botánica, herbolaria y medicina ancestral que fomentan la curación del cuerpo desde el poder del mundo natural. Muchas de las reflexiones de Alfonso se articulan alrededor del hambre, un estado del cuerpo que el artista define como “un lugar de encuentros y desencuentros, de abundancia y escases, de acceso e inacceso” que sirve para revelar problemas socio-políticos que determinan la soberanía y seguridad alimentaria de nuestra sociedad.
La semilla es esa entidad en potencia que requiere de todos los elementos naturales para germinar y dar fruto. Además de rendirle homenaje en sus pinturas, Carlos Alfonso dispone una selección de ellas sobre baldosas de tierra de diversos rincones de Colombia para configurar una suerte de ritual, o círculo de palabra en el que las semillas reposan intercambiando conocimiento y conformando un potente tejido colectivo. Así, el artista enfatiza la importancia de la semilla, no solo como el origen de la vida, también como fuente de memoria y espíritu que nos conecta con el complejo mundo ancestral.
El fuego, elemento que transmuta y purifica, le permitió al ser humano desarrollar su evolución y crear la cocina. El acto de animar con fuego, presente en los múltiples altares que configuran la exposición, apunta a encender una luz, a avivar y agradecer a la tierra. En la instalación Cocina de tierras, Alfonso construye un espacio de encuentro a partir de la transmutación de dos elementos naturales: tierra y fuego. Numerosas baldosas en tierra pisada son elevadas para conformar una suerte de gradas semi-circulares que recibirán a visitantes y comensales. Pedestales planos sostienen una diversidad de utensilios como morteros, tinajas, moyas, platos y múcuras que en su fase inicial fueron tierra manipulada por alfareros. Algunos de los utensilios son contenedores de semillas, otros de tierra que servirán para cocinar con fuego en un horno de leña o altar al fuego que gradualmente se irá construyendo en la fachada de la galería, para conformar un segundo lugar de intercambio y co-creación.
Altares del suelo se animan con fuego recoge una serie de instantes, gestos y acciones que surgen de habitar un estado de enraizamiento corporal y espiritual con firmeza y convicción. Es este alineamiento el que le permite a Carlos Alfonso conectar con la realidad para que otros, a través de él, se sensibilicen y despierten. Sus altares del suelo, además de desplegar un activismo sutil, nos recuerdan que la tierra y todo lo que brota de ella es sagrado, que debemos habitar nuestros cuerpos y el de la Madre Tierra con amor y plena conciencia, y que el pensamiento alineado con el corazón y la acción, equivale a ese fuego que ilumina, purifica y trasciende.
Paula Bossa
Curadora