Cargando el dolor: una mirada al dibujo de Débora Arango, Beatriz González y Rosemberg Sandoval


“La vida con toda su fuerza admirable no puede apreciarse jamás entre la hipocresía y el ocultamiento de las altas capas sociales: por eso mis temas son duros, acres, casi barbaros.”      

Débora Arango

 

Débora Arango (1907-2005), Beatriz González (1932) y Rosemberg Sandoval (1959), son tres artistas de diversas generaciones comprometidos con cuestionar un orden. A lo largo de décadas han configurado una mirada muy propia de las complejas dinámicas socio-políticas de su país, logrando así otorgar una voz a aquellos sujetos marginados. Gracias a un trabajo crítico, punzante y confrontador, estos tres artistas han sido incansables en desestabilizar los relatos oficiales para volcar su mirada sobre la cruda y dolorosa realidad de su entorno, reclamando memoria y dignidad. 

 

Cargando el dolor: una mirada al dibujo de Débora Arango, Beatriz González y Rosemberg Sandoval reúne una selección de dibujos históricos y recientes de tres grandes maestros que, desde sus técnicas y aproximaciones contrastantes, abordan la experiencia del dolor como condición humana atemporal, aquella que hemos evitado mirar de frente. Sujetos maltratados e invisibilizados por la historia, expresan la carga del sufrimiento profundo producto de la muerte, la injusticia, la guerra, el desplazamiento, el agobio y la angustia.

 

Un cuerpo de trabajo que incluye retratos y un autorretrato, pone la atención sobre el individuo y su rostro expresivo que siente y procesa el sufrimiento de manera particular; aquí, el retrato y el autorretrato se convierten en mecanismos de exploración psíquica y autoconocimiento. El segundo cuerpo de trabajo lo comprenden dibujos en los que el cuerpo guarda y responde al dolor con posturas corporales desgonzadas, recogidas, abatidas o a veces explosivas y rígidas. En muchos casos vemos a sujetos que cargan la muerte, la ausencia, la indigencia, la rabia, la hambruna, la infancia, pero también la esperanza. Ambos cuerpos de trabajo, sin embargo, condensan y visibilizan de manera plástica, las sensibilidades y convicciones de los tres artistas, al igual que nos permiten ver su manera particular de abordar la técnica del dibujo.    

 

Cargando el dolor: una mirada al dibujo de Débora Arango, Beatriz González y Rosemberg Sandoval explora las maneras en que las pintoras Débora Arango y Beatriz González y el performer Rosemberg Sandoval, intentan entender el mundo y dar forma a sus impulsos, desde prácticas artísticas y soluciones visuales muy diversas, pero en las que el dibujo indudablemente ocupa un espacio de gran relevancia.

 

Para Débora Arango, precursora del arte moderno y “la gestora de la primera revolución estética” en Colombia según Beatriz González, el dibujo operaba como una herramienta de gran inmediatez e intimidad que le permitía descargar sus ideas sobre lo que veía, pensaba e imaginaba. Gracias a su formación académica tradicional, también concebía el dibujo como el primer paso en la concreción de sus ideas que luego terminaba acotando en sus acuarelas o pinturas en formatos más grandes. A manera de anotaciones o registros visuales rápidos sin ningún tipo de sombreado o descripción espacial, el medio del dibujo le permitió comprender o registrar su mirada de la sociedad, específicamente de aquellos sujetos que nadie miraba, en su mayoría marginales, y que posteriormente terminaron poblando sus acuarelas y pinturas: monjas, prostitutas, madres, curas, soldados, indigentes, manifestantes, trabajadores, militares y políticos.  

 

Realizados en papeles de pequeño formato –algunos en hojas de libretas anilladas, otros en hojas de libretas de hotel y en los reversos de los empaques de papel de medias veladas—sus dibujos de gran simplicidad, dan cuenta de la importancia de la figura humana, en muchos casos plasmada con deformidades, con atributos exagerados y en posiciones corporales expresivas de un amplio espectro de emociones y estados psicológicos donde se destacan la tristeza, derrota, locura, desasosiego y desdicha. Cabe resaltar que con el pasar del tiempo, Arango comprendió el valor singular de sus dibujos pues firmó gran parte de ellos en tinta, luego de haber realizado la mayoría en grafito.  Siempre críticos, los dibujos de Arango en palabras de Juan Mejía, tienen la capacidad de tocar “las fibras más álgidas de nuestro tejido cultural humano”. Al igual que sus acuarelas y pinturas, los dibujos de Arango operan como peldaños en su gran misión de revelar al mundo “la vida con toda su fuerza.”

 

Para Beatriz González, “el dibujo es la consciencia del artista”. Esta conocida afirmación de una de las artistas colombianas de mayor relevancia en nuestro país y en el ámbito artístico internacional, da cuenta del lugar fundamental que ocupa el dibujo en su práctica, y de su importancia en la comprensión total de su trabajo. Igualmente habla sobre el proceso mágico de traducción que acontece cuando González escoge una noticia de prensa y decide trasladarla al campo artístico. Es ahí, en ese preciso acto de reflexión intuitiva que González “crea una nueva mirada, una nueva consciencia”[1] de la realidad.  

 

Desde la década del 60, González pensó el dibujo como medio autónomo, liberándolo de su función de bosquejo previo a una obra definitiva. Esto se hace evidente en su serie Niña Johnson (1965), fundamentada sobre una imagen existente, y caracterizada por su simplificación visual y trazos vigorosos que construyen una imagen plana con rasgos un tanto deformados. Dibujos posteriores, realizados a finales de los años 70 e inicios de los años 80, a partir de líneas finas y sutiles en grafito, que representan la vida política del expresidente Turbay, revelan su gran maestría del dibujo. Se convierten, en palabras de Carolina Ponce de León “en un proceso creativo que registra el dictado de su intuición, de su sensibilidad, de su conocimiento subconsciente.” Con el pasar del tiempo, el dibujo de González se torna más complejo al introducir en sus composiciones la conjugación de imágenes dadas con aquellas de su propia imaginación. La toma del Palacio de Justicia en 1985, significó un punto de inflexión en la obra de la artista. El trágico evento la obligó a concentrar su mirada sobre el profundo dolor de un país en conflicto, dejando atrás el tono irónico y burlón de gran parte su trabajo anterior. Así, su dibujo se transforma con el uso de un trazo incisivo y con la implementación del sombreado de figuras planas, otorgándoles la cualidad de íconos que simbolizan dolor, duelo y muerte.

 

Desde hace más de 40 años el artista y performer Rosemberg Sandoval, ha venido configurando una práctica artística concebida como espacio de existencia, lucha, libertad y denuncia. Una y otra vez, Sandoval ha escogido el cuerpo como su medio predilecto para darle forma a sus pensamientos; sin embargo, sus dibujos, en palabras del artista, “funcionan como una voz interior muy afilada y exquisita.” El gran valor del dibujo en la práctica performática de Sandoval radica en su aproximación al medio como “escritura codificada y secreta que funciona haciendo parte de esa voz de legitimación y consenso”.  Surge de esta manera, gracias a su formación en la Escuela de Bellas Artes de Cali y el contacto constante con su profesor y artista Carlos Correa, precursor del arte social y de denuncia en Colombia y gran amigo de Débora Arango.   

 

El trazo vigoroso y agresivo que desde siempre ha caracterizado el dibujo de Sandoval, se hace aparente por primera vez en 1977 en “Crisis”, un retrato de su hermana Silvia, quien desde muy pequeña padeció trastornos mentales. Usando el crayón como puñal y el papel como soporte y espacio de descarga, el dibujo se convierte en un profundo ejercicio de reflexión permeado por una cualidad gestual y performática que marcará una línea clara en dibujos y acciones corporales posteriores realizados con materiales crudos como sangre humana, mugre de un indigente, óxido de hierro, grafito y puñal, en los que el artista documenta de manera transgresiva una lectura obsesiva y profunda de su existencia. Sandoval recurre a las acciones corporales y al dibujo como respuesta a su necesidad de reconstruir fragmentos de una vida marcada por el desplazamiento forzado, el dolor, la muerte y la enfermedad. En palabras del artista: “creo que la academia a mediados de los 70, con un puñado de excelentes profesores, el ambiente enfermo de mi casa y la conexión fugaz con la insurgencia y mi espíritu libertario y suicida, me tejieron como un Performer Dibujante.”  

 

 

A lo largo de décadas, Débora Arango, Beatriz González y Rosemberg Sandoval le han dado forma a sus convicciones e investigaciones ligadas a la historia y cultura de Colombia atravesadas por el dolor, la guerra y la injusticia. A pesar de sus lenguajes plásticos y criterios estéticos tan diversos, comparten un espíritu crítico y un gran compromiso con ellos mismos de alzar la voz ante un orden quebrantado para mostrarnos la humanidad detrás de tanto ocultamiento e hipocresía. Cargando el dolor: una mirada al dibujo de Débora Arango, Beatriz González y Rosemberg Sandoval— una muestra con una apuesta museográfica que se aleja de lo cronológico y categórico, e integra dibujos de los tres artistas— busca establecer paralelos y tejer vínculos entre obras que manifiestan maneras muy diversas de abordar el dibujo. La exposición, además de celebrar el dibujo como ese primer instante en que lo intangible toma forma, exalta trabajos viscerales que conmueven y nos recuerdan que, en palabras de Rosemberg Sandoval, “el Arte es lo único que nos ofrece existir y luchar como individuos y no como borregos.”  

 

[1] Carolina Ponce de León, “Beatriz González In Situ”, en Beatriz González una pintora de provincia. Bogotá: Carlos Valencia Editores,1988, p27.